Post al azar

La Santa Caballería ( VII )


domingo, 18 de abril de 2010

El súbito final
UN SACRIFICIO DE CARÁCTER POLÍTICO
NO FUE LA GUERRA SANTA LA QUE ACABÓ CON LOS TEMPLARIOS, SINO MAS TERRENAL. LA ORDEN CAYÓ VICTIMA DE LA LUCHA DE PODER ENTRE FELIPE IV DE FRANCIA Y EL PAPADO. LA AMBICIÓN Y EL FANATISMO DEL MONARCA INSTIGARON UN OSCURO PROCESO QUE SE SALDÓ CON LA DISOLUCIÓN DEL TEMPLE.


El desastre de Acre y la posterior retirada cristiana de Chipre, completada en agosto de 1291, cayeron como un jarro de agua fría en Roma. El papa Nicolas IV se vio obligado a tomar medidas y puso sobre la mesa la recuperación de Tierra Santa, pero también la unificación de las órdenes militares. El fracaso en la defensa de los Santos Lugares termino por convencer al pontífice de que había que poner fin a la rivalidad entre templarios y hospitalarios, así como hacer un uso más eficaz de sus recursos en la misión militar del oriente latino. Sin embargo, la muerte de Nicolas IV aplazo la cuestión de la reforma de las órdenes.


Conscientes de su precaria situación, los templarios decidieron mover fichas. El gran maestre de la orden, Jackes de Molay, viajó a Europa para impulsar una nueva cruzada, pese a conocer sus escasas posibilidades de éxito.

Panorama convulso
Cuando los mamelucos asestaron el golpe definitivo a los últimos bastiones en Tierra Santa, las órdenes militares no esperaban que nadie acudiera en su ayuda. En aquellos momentos, Europa tenía otras prioridades. Inglaterra y Francia estaban en guerra en Aquitania. Alemania sin emperador y el papado preocupado por la pérdida de su influencia en Sicilia. Por lo mismo, Molay no logró el compromiso firme de los monarcas europeos y del papa Bonifacio VIII con la causa cruzada.               
                                                                                                             Cruzado francés                                                                 
 Sus posibilidades menguaron todavía más cuando al pontífice le llovieron los problemas tras enredarse en una agria disputa con el rey de Francia, Felipe IV el hermoso. Lo que en principio era un contencioso sobre el cobro de tributos al clero francés devino en uno de los mayores conflictos entre los poderes temporal y espiritual de la edad media. Corona y papado se enzarzaron en una guerra de calumnias y bulas que duró siete años y culminó      con la amenaza de excomunión al soberano francés y el     cautiverio
forzado del pontífice en su corte de Anagni (Italia). Bonifacio VIII fue finalmente liberado, pero tanta conmoción pudo con él y falleció poco después, el cambio al siglo XIV.

Sus sucesores, el efímero Benedicto XI y el débil clemente V, heredaron un papado en crisis, cuestionado por el monarca más poderoso de la época, estaba además desprestigiado por sus trifurcas en Italia y Sicilia y su incapacidad para socorrer a los cristianos latinos de oriente. Por si fuera poco, la situación política en roma era tan critica que clemente V no tuvo más remedio que aceptar la oferta de Felipe IV de refugiarse en Francia. Se instaló en Poitiers, bajo la atenta e interesada mirada del Rey.

0 comentarios:

Ir Arriba