Post al azar

Reserva Natural de Inverpolly


sábado, 24 de abril de 2010

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Assynt (en gaélico escocés 'Asainte') es una parroquia en Sutherland occidental, Tierras Altas de Escocia, al norte de Ullapool.


Es famosa por su paisaje (Reserva Natural de Inverpolly). El área contiene varias colinas destacadas, que se alzan desde un paisaje irregular de ciénagas y lagunas. Durante muchos años la región fue una reserva natural nacional pero desde 2004, la parte protegida se ha limitado al área de Knockan Crag.
 

Knockan Crag es una serie de acantilados. El Moine Thrust corre a través del peñasco y hay un pequeño centro de visitantes que ofrece interpretación y obras de arte que explican el trasfondo de la "controversia de las Tierras Altas" en relación con la geología de la zona. El extremo noroeste de Escocia es uno de los más antiguos paisajes de Europa. Las rocas y las capas de hielo de aquí hablan de antiguos océanos, vastos desiertos.



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Extremadura y Los Templarios


viernes, 23 de abril de 2010

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 Los Templarios estuvieron presentes en las dos provincias de Extremadura, más en concreto en la provincia de Badajoz os puedo decir que Jerez de los Caballeros debe su nombre a los Caballeros Templarios, ya que se consideró esta zona como su base principal en Extremadura, Con el Temple comienza una repoblación y engrandecimiento de la comarca, siendo de esta época la constitución del "bailiato" o encomienda de Jerez como lo demuestran documentos de capítulos de la orden.


La disolución de la Orden del Temple en 1312 por bula del papa Clemente V hace pasar sus posesiones de España y en concreto la comarca de Jerez a la corona. Cuentan las historias del pueblo que los templarios se resistieron y en la lucha murieron degollados todos los caballeros, de ahí el nombre de "Torre Sangrienta" a uno de los baluartes de la muralla de Jerez.

También estuvieron presentes en otras zonas de la provincia de Badajoz. El Castillo de Fregenal de la Sierra, perteneció a los templarios; también hay constancias de que estuvieron en Zarza Capilla. Se sabe que ocuparon una larga franja entre lo que hoy podemos considerar la línea fronteriza entre Badajoz y Cáceres , probablemente se debiera a que en alguna época esa fuese una zona considerada fronteriza o limite de señoríos, ya que estas posesiones de los Templarios pasaron a ser propiedad de los duques de Benavente y Béjar.


La Puebla de Alcocer sirve de escala en una ruta para visitar los restos arquitectónicos de la orden de los caballeros templarios en España. Partiendo desde Madrid, se puede visitar la fortaleza de San Martín de Montalbán y la torre de Malamoneda, en los montes de Toledo. Al llegar a Puebla, tras conocer la Siberia Extremeña , nos podemos dirigir hacia Jerez de los Caballeros, el más importante centro templario de Extremadura, así como acercarnos al bonito pueblo medieval de Thomar, ya en Portugal, último gran reducto del temple en Europa, donde los últimos caballeros pudieron escapar de la persecución iniciada por Felipe IV el hermoso. Desde Puebla se nos invita a rastrear la presencia de los caballeros templarios en la zona, en una ruta para los amantes de le Edad Media.




En 1221, la facción de Montegaudio fue obligada a integrarse en la de Calatrava. Nuevamente una parte se rebeló contra la fusión, se encerró en sus posesiones y las entregó a los templarios, alegando aceptar la anexión previa que rechazaron en 1196. Así, el Temple entra en posesión “legal” de Ronda, que ya poseía manu militari, además del El Carpio de Tajo y Montalbán. En esta última fundaron una encomienda poderosa por partida triple: en lo militar, por su castillo; en lo económico, por los pastos, ganados, colmenas y el paso de barcas del Tajo; y en lo espiritual, por los célebres santuarios de las Vírgenes Negras de Melque, Novés y Ronda, además de la capilla y fuente milagrosa de San Millán, un donado templario que la leyenda considera hijo de San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza, patronos templarios de Madrid
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La Santa Caballería ( XI )


jueves, 22 de abril de 2010

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Mitos que no resisten la lógica

1.- NO FUERON UNA ORDEN HEREJICA
El propio clemente V la absolvió por que los cargos de herejía que se imputaban no se probaron. Antes del proceso abierto en 1307, jamás se acusó a los templarios de herejía ni de participar en los movimientos heréticos de la época. Es más, durante la cruzada contra los cataros, en la primera mitad del siglo XII, estuvieron de parte del papado.

2.- NO PRACTICARON LA MAGIA
No existe prueba alguna de que poseyeran conocimientos de ciencias ni, desde luego de magia. La magia medieval era una ciencia culta, escrita y ejecutada en latín. Los caballeros y escuderos podían leerla en su lengua vernácula, pero no en latín. Ni siquiera Jacques de Molay sabia latín.

3.- NO PECARON EN EXCESIVO SECRETISMO
El temple no fue una orden secreta, al menos no más que otras. En sus ceremonias de admisión no aceptaban intrusos, normal en una orden religiosa. Tal vez los templarios celebraran sus reuniones de capitulo con gran celo, pero no hay evidencia de ello.

4.- LA ORDEN NO SOBREVIVIÓ A SU DISOLUCIÓN
Clemente V despojó al temple de todo reconocimiento eclesiástico y de sus propiedades. Disuelta su estructura organizativa y sin oficiales que la dirigieran, ya no pudo funcionar como institución. Algunos templarios “resistieron” allí donde por siempre se hizo la vista gorda, pero no duraron mucho. Otros huyeron. Se ha especulado con que hubieran podido sobrevivir como orden en regiones apartadas como Escocia. Pero las conexiones inglesas de los templarios hacían de la región un refugio poco probable en 1312 debido a la guerra anglo-escocesa.

5.- NO FUERON NI MALVADOS NI ESOTÉRICOS
El mito moderno de los templarios se desarrolló entre los siglos XVII y XIX, cuando el romanticismo y la nueva francmasonería recuperaron y distorsionaron su figura. Mientras que los novelistas Walter Scott y George McDonald ofrecieron una imagen negativa de ellos por motivos literarios, los francmasones alemanes aseguraron sin base alguna que eran una sociedad secreta que atesoraba conocimientos esotéricos.

6.- NO FUERON GNÓSTICOS
Con el afán de desacreditar la francmasonería, el pseudohistoriador austriaco Joseph von Hammer cargó contra los “masones templarios” y los tildó de gnósticos en el misterio de Baformet revelado (1818). Los templarios eran católicos ortodoxos, lo que difícilmente podía casar con el transcendentalismo de los gnósticos, defensores de conceptos como la incorporación de Dios y del origen maligno del mundo físico.

7.- NO ADORARON NINGUN IDOLO
Joseph von Hammer también lanzó la idea de que la “cabeza” que adoraban los templarios era un signo gnóstico llamado Baformet. Pero además de que los gnósticos no creían en los ídolos, Baformet era la palabra con que en francés antiguo se denominaba a Mahoma. En todo caso, las únicas cabezas que veneraron los templarios –fruto de la arraigada devoción católica por las reliquias—fueron las de las santas Eufemia y Úrsula.

8.- NO CUSTODIARON EL SANTO GRIAL
El caballero y poeta alemán Wólfram von Eschenbach (c 1170-c 1220) citó a los templarios en Parzival, su relato medieval del Grial, lo que llevó a Hammer a relacionarlos con la leyenda y los supuestos misterios del gnosticismo que la envuelven. De nuevo, no es muy plausible que los templarios, que profesaban una fe católica muy simple, pudieran suscribir, y aun menos entender, ni lo uno ni lo otro. Con todo, von Hammer abrió la veda para que otros autores afianzaran el mito de los templarios.

9.- NO OCULTARON NINGUN TESORO
La orden era propietaria de muchas tierras, pero siempre andaba escasa de dinero, con el que pagaba las fortificaciones y el personal en oriente. Si como se ha sugerido, acumularon grandes riquezas que luego ocultaron, ¿Cómo es que no las dedicaron a la defensa o la recuperación de tierra santa? Esa era la misión que justificaba su razón de ser ante la cristiandad, por lo que semejante teoría es muy discutible.

10.- NO DESCUBRIERON EL NUEVO MUNDO
Es cierto que los templarios tenían barcos para transportar los bienes y recursos hacia oriente latino, pero no tantos ni lo bastante seguros para cruzar un océano y descubrir el nuevo mundo, tal y como disparatadamente se ha aventurado. Además, tampoco podían transportar agua para muchos días de travesía.

11.- EL FALSO “MODELO” DE SU CAIDA
Según la historiadora Helen Nicholson, desde la edad media hasta la actualidad de sus colegas “han desarrollado un “modelo” de la ascensión y caída de los templarios: los ideales puros de los primeros caballeros se contagiaron cuando la orden se enriqueció y se metió en política; la orden se volvió corrupta, avariciosa y cada veza más impopular, y mientras tanto occidente perdía interés por las cruzadas; de ese modo, cuando Felipe IV de Francia arremetió contra la orden pare quedarse con su dinero, nadie la defendió y el temple se vino abajo”. Para la autora, este modelo responde a una valoración moral que, como explicación de la caída de la orden, resulta simplista, además de injusta e inconsciente.
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La Santa Caballería ( X )


miércoles, 21 de abril de 2010

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La venganza

Entre estos últimos figuraban el gran maestre, Jacques de Molay, y tres comendadores de la orden en Francia, encarcelados en París. En marzo de 1314 una comisión de cardenales nombrados por el papa los condeno a cadena perpetua por relapsos. Al escuchar la sentencia, Molay y el comendador de Normandía, Geoffroy de Charney, proclamaron su inocencia a gritos. Los cardenales, atónitos ante la reincidencia de los inculpados, renunciaron a dictar un veredicto final y dejaron la última palabra al pontífice. Pero Felipe IV decidió por el esa misma noche. Tras consultar con sus consejeros, dio el golpe de gracia a la malograda orden: Molay y Charney, con otros 35 miembros, fueron quemados en la hoguera.


Según una narración atribuida al cronista Geoffroy de parís, Jacques de Molay auguró antes de morir: “Dios sabe que mi muerte en injusta y un pecado. Pues bien, dentro de poco muchos males caerán sobre los que nos han condenado a muerte. Dios vengará nuestra muerte”. Si este testimonio es verídico o no nunca se sabrá. Pero cierto es que Clemente V falleció un mes después, Nogaret en mayo y Felipe IV en noviembre. Escrito hacia 1316, el relato de Geoffroy en parís concluye: “se puede engañar a la iglesia, pero no se puede engañar a Dios. No digo más, sacad vuestras propias conclusiones”.

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La Santa Caballería ( IX )


martes, 20 de abril de 2010

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A rebufo del rey

Clemente V protestó ante Felipe IV y reprendió al inquisidor por haber actuado sin su consentimiento. Aseguró que había tenido noticias de los rumores que corrían contra la orden y que pensaba poner en marcha su propia investigación, un alegato dudoso, puesto que no había hecho nada al respecto. Sintiéndose desautorizado, el papa intentó tomar las riendas de la situación. Ordenó a todos los reyes católicos la detención y el interrogatorio de los templarios, pero su petición fue acogida con una actitud dilatoria en Inglaterra y Aragón. Recelosos de las intenciones de Felipe IV, los monarcas enrique I y Jaime II no dieron crédito a las acusaciones de los templarios, una orden a la que confiaban buena parte de la administración de sus reinos. Mientras, en Francia, clemente envió una delegación a París. Jacques de Molay y los demás altos cargos de la orden aprovecharon para retractarse de sus confesiones, alegando que las habían hecho por miedo a ser torturados. El pontífice no estaba convencido de la culpabilidad de la orden y suspendió el proceso inquisitorial para interrogar a los templarios personalmente. 

Felipe IV no se arredró y lanzó una campaña de intoxicación contra los templarios y el papa, tal como hizo en su día con Bonifacio VIII. Consiguió el apoyo jurídico de la universidad de París y el publico de los tres estamentos de su reino en los estados generales, reunidos en tours. Luego intentó despistar a clemente V enviando a Poitiers a 72 templarios especialmente elegidos para que confesaran sus supuestos crímenes en presencia del papa, mientras confinaba a Molay y los demás líderes de la orden en Chinon. Pero clemente pudo entrevistarse finalmente con ellos y los absolvió, después de que se arrepintieran formalmente y solicitaran el perdón de la iglesia. Ante la duda de que algunos miembros de la orden pudieran haber cometido determinados abusos, decretó que los templarios fueran juzgados individualmente por comisiones diocesanas. Una comisión pontificia se encargaría de estudiar si la orden en su conjunto era culpable o no, mientras que el pontífice juzgaría la responsabilidad de los altos dirigentes. 

Victimas necesarias 

 La investigación papal se extendió a toda Europa e incluso a Oriente. En Portugal, castilla, Aragón, Alemania, Italia y Chipre, los templarios fueron declarados inocentes. En Francia, en cambio, muchas comisiones diocesanas estaban dirigidas a obispos comprometidos con Felipe IV y dieron por validas las confesiones previas. Se limitaron, eso sí, a condenar a los culpables arrepentidos a diversas penas canonícas, entre ellas la prisión de por vida. Quienes intentaron defender a la orden ante la comisión pontificia, retractándose de sus confesiones, corrieron peor suerte. Los ministros de Felipe V no podían consentir que se descubriera la iniquidad de los primeros interrogatorios a los templarios, realizados por el inquisidor al dictado de Nogaret. Indicaron al arzobispo de Sens, hermano de chambelán del Rey y máxima autoridad de la diócesis de parís, que acusara de herejes relapsos (reincidentes) a los templarios que se desdijeran. La pena reservada a los relapsos era la muerte en la hoguera, así que el arzobispo mandó quemar a 54 de ellos. El resultado fue el esperado: los demás templarios declinaron hablar a favor de la orden o decidieron declararse culpables.

En octubre de 1311 comenzó en Vienne (Francia) el concilio convocado por clemente V para decidir el futuro de la orden. Allí se expuso que la culpabilidad de algunos templarios, aun manifiesta, no implicaba la de la orden en su conjunto. Tampoco pudo probarse que el temple profesara doctrina herética alguna o que sus reglas fueran secretas o distintas de las oficiales. Pese a ello, y a que la mayoría de los delegados eran favorables al manifiesto de la orden, el papa tomó una decisión salomónica en su bula: no la condenó, pero la disolvió. ¿Por qué? Sin duda influyó la presencia de Felipe IV y su ejército en Vienne, en clara señal de que no iba a permitir la continuidad de la orden. Pero en la agenda del conflicto entre el Rey y el Pontífice había un agravio aun más importante que el injusto proceso contra los templarios. El monarca pretendía que clemente V condenara a su antecesor Bonifacio VIII por herejía, lo que habría supuesto la deshonra del papado. Clemente se negó, y optó por sacrificar a los templarios en la que fue su única y pírrica victoria frente a Felipe IV.

En otra bula, el papa decretó el traspaso a la orden del hospital de todos los bienes de los templarios, salvo en la península ibérica, donde sus propiedades acabarían pasando a manos de dos nuevas órdenes, la de Cristo en Portugal y la de montesa en la corona de Aragón. Los hermanos del temple declarados inocentes, así como los confesos de su culpabilidad pero reconciliados con la iglesia, recibirían una pensión y podrían vivir en las antiguas casas de la orden o bien unirse a otras órdenes militares. Los declarados culpables pero que no hubieran confesado su culpabilidad y los relapsos serian juzgados.
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La Santa Caballería ( VIII )


lunes, 19 de abril de 2010

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Una reforma truncada


Desatendidos, los templarios porfiaron por su cuenta en el intento de
reconquistar Tierra Santa. Ocuparon la isla de Aruad, frente a la costa siria, pero los mamelucos volvieron a expulsarlos dos años después. El revés hizo que Molay concentrara sus esfuerzos en tantear de nuevo a Inglaterra y Francia para poner en marcha la cruzada. Pero Eduardo I tenía que sofocar una revuelta en Escocia, Felipe VI puso como condiciones que se privilegiara a Francia en la expedición y que el mismo desempeñara el papel protagonista. Las exigencias del monarca francés soliviantaron a los demás reinos europeos y se aparcó la empresa. Tampoco tuvieron mejor suerte los templarios en Chipre, donde el rey Enrique II veía con suspicacia la pretensión de la orden de utilizar sus dominios como centro de operaciones.

Recobrada cierta tranquilidad,
clemente V pudo abrir el debate de la reforma de las ordenes militares y la organización de la cruzada. Jacques de Molay se opuso a la idea de la unificación alegando que la rivalidad entre las órdenes había sido beneficiosa para la cristiandad, pues ambas competían por defenderla mejor. Advirtió además que la unificación levantaría rencillas en el seno de las órdenes, ya que muchos oficiales preferían su posición. En realidad, el rechazo del gran maestre obedecía a otros temores. La identidad del temple quedaría diluida en la nueva orden y, peor todavía, ésta podría ser instrumentalizada por el poder civil, un riesgo más que probable, dada la postura vehemente de Felipe IV respecto a la cruzada. Molay no podía saberlo entonces, pero se hubiera aceptado y agilizado la fusión de las órdenes, tal vez se habrían salvado el y sus hermanos de su trágico destino.

Al final, el proyecto papal para unificar las órdenes y emprender la cruzada nunca se materializó. Pero el hecho de que la iglesia todavía quisiere contar con ellas—eso si, reforzadas—demuestra que las órdenes militares seguían estando bien consideradas en Europa, pese a su responsabilidad en la perdida de Tierra Santa, su máxima razón de ser. Tenían sus detractores, que las acusaban de haberse alejado de su vocación original y de acumular riquezas, pero no la mala fama e impopularidad que siempre se les ha achacado. Los templarios, por ejemplo, continuaban recibiendo donaciones y, tras casi dos siglos de actividad, conformaban una parte importante y respetada del mundo cristiano, tanto civil—eran habituales en todas las cortes europeas—como religioso. 

Acoso y derribo


Por ello el apresamiento de todos los hermanos de la orden en Francia pillo por sorpresa a casi todo el mundo. Desde luego a Felipe IV, que ordenó el arresto, ni a su canciller, Guillaume Nogaret, verdadero artífice de la operación. El origen de tan súbito ataque fueron las acusaciones de blasfemia y sodomía vertidas contra el temple por Esquieu de Froylan, un antiguo templario expulsado de la orden. Nogaret y los agentes del rey recabaron supuestas pruebas que justificaron ante Felipe la detención y el inicio del procesamiento de los templarios herejes.
No se sabe a ciencia cierta si el soberano creía en la verdad de las acusaciones, si fue engañado por Nogaret o si se dejo engañar por él. En cualquier caso, le convenía arremeter contra los templarios. Continuador de una larga tradición familiar de fanatismo religioso y servicio a la causa cristiana, Felipe no podía permitir la herejía en sus dominios. Pero tampoco que la negativa del temple a fusionarse con las demás órdenes militares diera al traste con sus planes de controlar la orden resultante y encabezar así la gran cruzada de reconquista de tierra santa. Felipe deseaba el dinero y las posesiones de los templarios—ese mismo año les había pedido un préstamo--, pero no tanto por codicia como para financiar sus ambiciones de gloria. Era también la ocasión perfecta para acabar con la organización exenta del pago de tributos y cejar así su pulso de poder con el papado. Como ya ocurriera con Bonifacio VIII, Felipe IV hacía valer su condición de gobernador más poderoso y rey cristianísimo de Europa.

Con todo, la corona no tenía poderes para juzgar a los miembros de la orden religiosa que además estaban bajo jurisdicción directa del papa. Así que Nogaret persuadió al dominico Guillaume de parís, inquisidor de Francia y leal confesor del soberano, de que debía investigar a los templarios. La inquisición francesa procedió al interrogatorio de los detenidos, que estaban custodiados en las prisiones reales. Se les imputaban más de cien cargos, desde renegar de Cristo y escupir sobre la cruz en la ceremonia de ingreso en la orden hasta intercambiarse besos obscenos en ese rito, practicar la sodomía, adorar a un ídolo, deshonrar a la misa o excesivo secretismo. Todo esto “errores de fe” eran falsos. Derivaban de las creencias populares medievales sobre la herejía y la magia o eran burdas manipulaciones de las prácticas de la orden. Muchos templarios prefirieron morir antes que confesar, pero la mayoría, sometidos a torturas, se declararon culpables. Los que no fueron torturados, como el gran maestre –Molay se encontraba en Francia en aquel momento-, acabaron admitiendo los cargos al temer por su integridad.
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La Santa Caballería ( VII )


domingo, 18 de abril de 2010

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El súbito final
UN SACRIFICIO DE CARÁCTER POLÍTICO
NO FUE LA GUERRA SANTA LA QUE ACABÓ CON LOS TEMPLARIOS, SINO MAS TERRENAL. LA ORDEN CAYÓ VICTIMA DE LA LUCHA DE PODER ENTRE FELIPE IV DE FRANCIA Y EL PAPADO. LA AMBICIÓN Y EL FANATISMO DEL MONARCA INSTIGARON UN OSCURO PROCESO QUE SE SALDÓ CON LA DISOLUCIÓN DEL TEMPLE.


El desastre de Acre y la posterior retirada cristiana de Chipre, completada en agosto de 1291, cayeron como un jarro de agua fría en Roma. El papa Nicolas IV se vio obligado a tomar medidas y puso sobre la mesa la recuperación de Tierra Santa, pero también la unificación de las órdenes militares. El fracaso en la defensa de los Santos Lugares termino por convencer al pontífice de que había que poner fin a la rivalidad entre templarios y hospitalarios, así como hacer un uso más eficaz de sus recursos en la misión militar del oriente latino. Sin embargo, la muerte de Nicolas IV aplazo la cuestión de la reforma de las órdenes.


Conscientes de su precaria situación, los templarios decidieron mover fichas. El gran maestre de la orden, Jackes de Molay, viajó a Europa para impulsar una nueva cruzada, pese a conocer sus escasas posibilidades de éxito.

Panorama convulso
Cuando los mamelucos asestaron el golpe definitivo a los últimos bastiones en Tierra Santa, las órdenes militares no esperaban que nadie acudiera en su ayuda. En aquellos momentos, Europa tenía otras prioridades. Inglaterra y Francia estaban en guerra en Aquitania. Alemania sin emperador y el papado preocupado por la pérdida de su influencia en Sicilia. Por lo mismo, Molay no logró el compromiso firme de los monarcas europeos y del papa Bonifacio VIII con la causa cruzada.               
                                                                                                             Cruzado francés                                                                 
 Sus posibilidades menguaron todavía más cuando al pontífice le llovieron los problemas tras enredarse en una agria disputa con el rey de Francia, Felipe IV el hermoso. Lo que en principio era un contencioso sobre el cobro de tributos al clero francés devino en uno de los mayores conflictos entre los poderes temporal y espiritual de la edad media. Corona y papado se enzarzaron en una guerra de calumnias y bulas que duró siete años y culminó      con la amenaza de excomunión al soberano francés y el     cautiverio
forzado del pontífice en su corte de Anagni (Italia). Bonifacio VIII fue finalmente liberado, pero tanta conmoción pudo con él y falleció poco después, el cambio al siglo XIV.

Sus sucesores, el efímero Benedicto XI y el débil clemente V, heredaron un papado en crisis, cuestionado por el monarca más poderoso de la época, estaba además desprestigiado por sus trifurcas en Italia y Sicilia y su incapacidad para socorrer a los cristianos latinos de oriente. Por si fuera poco, la situación política en roma era tan critica que clemente V no tuvo más remedio que aceptar la oferta de Felipe IV de refugiarse en Francia. Se instaló en Poitiers, bajo la atenta e interesada mirada del Rey.
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El Puente del tren de Forth


sábado, 17 de abril de 2010

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El puente es considerado, incluso todavía hoy, como una obra maestra de la ingeniería. Tiene 2,5 km de longitud, y su doble vía de ferrocarril se eleva a 46 m sobre el nivel máximo del agua. Consta de dos tramos principales de 520 m, dos tramos laterales de 200 m, 15 tramos de aproximación de 51 m y cinco de 7,6 m. Cada tramo principal contiene dos ménsulas centrales de 104 m de altura, que descansan sobre pilares de 21 m de diámetro. Los cimientos del extremo sur del puente fueron construidos mediante caissons bajo aire comprimido, a una profundidad de 27 m.


En el momento de mayor actividad, aproximadamente 4.600 personas trabajaban en la construcción del puente. Inicialmente se reconocieron 57 muertes durante el proceso, pero las investigaciones históricas recientes elevan este número a 98. Otros ocho hombres tuvieron que ser rescatados por botes salvavidas situados a tal efecto bajo el puente durante su construcción, y cientos de trabajadores quedaron inválidos o mutilados después de graves accidentes, en un largo historial de más de 26.000 percances. En 2005 el Grupo de Historia de Queenferry inició un proyecto para instaurar un memorial dedicado a los fallecidos durante la construcción del puente. En North Queensferry, igualmente, se decidió instalar bancos en recuerdo a los fallecidos.



Los dos puentes sobre el Fiordo de Forth;
el puente del ferrocarril es el de la derecha.

En la construcción del puente se emplearon más de 55.000 toneladas de acero, así como 18.122 m³ de granito y más de ocho millones de remaches. El puente fue inaugurado 4 de marzo de 1890 por el Príncipe de Gales, el que luego sería el rey Eduardo VII de Reino Unido, quien insertó el último remache, especialmente diseñado en oro y con una inscripción conmemorativa. Un análisis contemporáneo de los materiales del puente (hacia el año2002) descubrió que el acero empleado era de buena calidad, sin apenas variaciones.


La utilización de mensuales en el diseño de un puente no era una idea totalmente novedosa, pero el arquitecto Baker fue pionero en elevar esta idea a una escala superior, en una línea que después sería ampliamente imitada an diversas partes del mundo. Gran parte del trabajo realizado no tenía precedentes en aquel momento, incluidos los cálculos de tensiones durante su erección, las previsiones hechas para reducir gastos de mantenimientos, los cálculos de resistencia al viento exigidos tras el desastre del puente Tay, los cambios de temperatura de la estructura, etc. En la medida de lo posible, además, el puente se aprovechó de los elementos naturales del Fiordo Forth, como la isla de inchgarvier, o los promontorios a ambos lados de la bahía.


El puente tiene una velocidad máxima de 75 km/h para los trenes de pasajeros, y 30 km/h para los de mercancías. El peso máximo para cualquier tren que cruza el puente es de 1.422 toneladas, aunque esta limitación se obvia para los frecuentes trenes de transporte de carbón, siempre y cuando no coincidan dos de tales trenes al mismo tiempo sobre el puente. El código de disponibilidad de la vía es RA8, lo que significa que cualquier tren actual del Reino Unido puede cruzarlo, ya que fue diseñado para soportar las locomotoras de vapor más pesadas. En la actualidad cruzan el puente unos 190-200 trenes al día.
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La Santa Caballería ( VI )


viernes, 16 de abril de 2010

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La imagen de los caballeros

Aunque en la actualidad se tienda a identificar a los templarios con cruzados combativos y misteriosos, lo cierto es que en sus tiempos, al menos en Europa, se los veía a miembros de una orden religiosa cualquiera. Se sabía que luchaban por la cristiandad en los Santos Lugares, pero la imagen cotidiana que se tenía de ellos estaba más bien representada por las pequeñas casas y encomiendas y las actividades económicas que desarrollaban en ellas. Intercambiaban productos y servicios con los señoríos rústicos, prestaban dinero –sin usura—a nobles, caballeros, escuderos y mercaderes e incluso velaban por los erarios de los reyes y del papa. Se bromeaba con que a un templario le gustaba más el oro que la carne. En realidad, los hermanos buscaban capital liquido porque era portátil, fácil de trasladar a Oriente para impulsar sus campañas bélicas.


El caso es que la congregación estuvo integrada plenamente en la sociedad hasta la súbita marginación a que la sometió a principios del siglo IX el proceso judicial emprendido por Felipe IV de Francia y el papa Clemente V. Tan popular fue la institución del Temple hasta ese entonces, que cuando un profano no sabía reconocer por su habito al caballero de una orden militar, lo llamaban templario aunque fuera un hospitalario o un teutónico. Los mas suspicaces podían llegar a considerarlos codiciosos, pero, desde luego, a nadie se le ocurrió tacharles de herejes.
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La Santa Caballería ( V )


jueves, 15 de abril de 2010

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La agenda ordinaria de los miembros de la orden
la regla templaria, basada en la reforma cisterciense de la benedictina, establecía oficios religiosos y trabajos específicos para cada momento de la jornada. La hora en que debían realizarse estas actividades variaba según la latitud donde se encontrara la encomienda y según la estación del año (si había luz invernal o estival). Los oficios se celebraban en la capilla de la casa, y si esta no disponía de una, en la sala principal. En cuanto a las tareas cotidianas eran lógicamente mas domesticas en Europa y más bélicas o de campo en las fronteras como palestina o la península ibérica. El domingo se consagraba al Capitulo local. Se efectuaban justas, extraordinarias, en Navidad, Pascua y Pentecostés.




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La Santa Caballería ( IV )


miércoles, 14 de abril de 2010

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Los miembros del Temple

Castillo Pélerin
Los templarios más recordados son los caballeros y los sargentos de armas, por su destacada participación bélica en las zonas de frontera. Sobre todo en Tierra Santa, donde la orden llegó a desplegar un ejército de unos 600 hombres montados, entre 1000 y 1500 sargentos y un número indeterminado pero importante de mercenarios turcópolos. En esta región, la cofradía levantó una veintena de fortalezas, algunas tan importantes como Chastel Blanc o como el castillo Pélerin, para mantener a ralla las fuerzas musulmanas sin necesidad de grandes dotaciones, dada la eterna escasez de púlanos en Siria y Palestina. 

También la península ibérica de la reconquista, en su carácter de frontera occidental con el mundo musulmán, contó con templarios. Se distinguieron los de la Corona de Aragón, Portugal, castilla y león. Los templarios de Aragón, horrados por Alfonso I el Batallador como sus herederos —una curiosa disposición que se llevó a la práctica solo parcialmente--, respaldaron a Jaime I el conquistador en la ocupación de Mallorca y Valencia, entre los hechos destacables. En cuanto a castilla y león, allí regentaron propiedades de Coria, Benavente o Ponferrada, hasta treinta encomiendas, además de sobresalir en acciones como la toma de cuenca o la batalla de Navas de Tolosa.

Los guerreros del Temple desollaron en estos focos de conflictos, el oriente próximo y el peninsular. Sin embargo, tras ellos, apoyándoles espiritual y materialmente, había otras dos clases de hermanos: los clérigos, o capellanes, que oficiaban los servicios sagrados; y los llamados hermanos de oficios, de agricultores, panaderos y artesanos a boticarios, comerciantes y tesoreros, que se ocupan del sustento y financiación de cada establecimiento de la congregación. También podía encontrarse en las casas de la orden –principalmente en las de áreas pacificadas—personal asociado, pero no miembros, del Temple. En este apartado se inscribían los donadores, que entregaban dinero, bienes o tierras a los hermanos a cambio de contraprestaciones piadosas o tangibles.

El “Convento”, o conjunto de gente vinculadas a una encomienda templaria, incorporaba en algunos casos a mujeres. Fue el caso de doña Ermengarda d`Oluja, nada menos que comendadora, o directora, de la finca de Rourell, en Cataluña, en 1198, como atestigua el documento de transferencia de una parcela a su nombre. O de criadas como las siervas de Marta, cedida en 1221 a la orden instalada en Mendens, Champagne, para ocuparse de lavar la ropa y otras tareas domesticas.


La encomienda

el Temple, en efecto, era una vasta organización supranacional cuyas ramificaciones excedían con mucho el aspecto meramente militar. Su fin último a lo largo de su existencia fue proteger en las fronteras musulmanas la integridad de los peregrinos y dominios cristianos. Al frente de la cofradía se hallaba el gran maestre, básicamente un jefe castrense, la mano derecha de este era otro responsable militar, el mariscal. No obstante, difícilmente hubieran podido cumplir su labor en la vanguardia el estado mayor y los hermanos caballeros sin los aportes constantes, y contantes y sonantes, de la retaguardia en Europa.

Durante los casi dos siglos que perduró la orden, entre el XII y el XIV, el contingente solventó los gastos del cuartel general en Oriente a través de una amplia red de encomiendas. Era una combinación de centro religioso, agropecuario, de recaudación y de reclutamiento. Estas villas, urbanas o rurales, constaban de sala capitular, almacén y bodega, y a veces capilla, cuartel, granero o caballerizas. Pero, a diferencia de los sólidos castillos palestinos y españoles, las encomiendas solían ser muy pequeñas y carecer de murallas. Al fin y al cabo, los fondos reunidos no se invertían en Europa, sino en las permanentes contiendas de Tierra Santa. La excepción en este sentido la constituían los asentamientos ubicados en las regiones donde proliferaban los merodeadores por falta de vigilancia oficial. Así ocurría en las encomiendas de Irlanda y el sur de Francia, fortificadas. O allí donde el Temple cumplía un papel político de envergadura, como parís, ciudad en la que la orden desempeñaba funciones de tesorera de la corona francesa con sede en un castillo.

Una vez recogidos en las encomiendas los recursos necesarios, se hacían llegar a los capítulos regionales. Estos los derivaban a los provinciales, que a su vez los fletaban hacia los frentes de combate. Por lo general, estos envíos se realizaban a través de puertos mediterráneos como Barcelona, Marsella, Génova, Bari Messina, y a bordo de barcos propios –escasos—o alquilado –la mayoría--.
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La Santa Caballería ( III )


martes, 13 de abril de 2010

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Matar o Morir


Los hermanos guerreros estaban entrenados para matar y para morir. Jamás rehuían el combate. Al contrario, se internaban frontalmente en el corazón de la batalla. Su caballería destacaba en especial. Formada por jinetes preparados a conciencia, bregaba unida, en arremetidas tan compactas como contundentes, sin que sus componentes buscaran el honor personal. La destreza en la maniobra, el arrojo en la carga y la precisión en el golpe hicieron de los templarios los héroes de las cruzadas en acontecimientos como la batalla de Montgisard en 1177 o un asedio de Damieta en 1219, cuya suerte revirtieron a punta de habilidad y coraje.

Prueba de ese coraje darían los 80 miembros de la orden hechos prisioneros tras otro enfrentamiento, el de Safeto. Sin deserciones, como un solo hombre, prefirieron ser pasados por las armas a renegar de su fe. Los grandes maestres solieron servir de ejemplo en este sentido. De los 21 que hubo en la historia de la congregación, 13 perdieron la vida en la liza.

 Comprensiblemente, adversarios como estos preocupaban en gran modo a los musulmanes, al tiempo que les infundía un profundo respeto. Irreductibles, los templarios ni daban ni esperaban tregua en la pelea. No eran personajes importantes como individuos. Luchaban a sabiendas de que, en caso de ser capturados, ni su fraternidad ni nadie del bando cristiano iba a pagar un rescate, y eran conscientes de que probablemente acabarían degollados en el primer recuento de prisioneros. Aceptaban esta perspectiva con serenidad.

Eran gente tan aguerrida como devota. Pese a la fama que se ha achacado a la orden con posterioridad, repleta de complicadas fantasías esotéricas. Abrazaba un credo muy sencillo, en la tónica del hombre estándar medieval. Dios lo abarcaba todo y reinaba sobre la creación encarnada en la figura de Cristo. Éste era acompañado en su mandato por la Virgen María que, como patrona y señora de Temple, amparaba a sus caballeros y esperaba de ellos los mejores esfuerzos, a la manera de una soberana de la época. No sorprende con tales ideas que el mayor anhelo de los templarios consistiera en morir en batalla como mártires, defendiendo la cristiandad de sus malvados enemigos. El Cielo los premiaría con la vida eterna.
Es importante especificar en este punto que los templarios no eran monjes guerreros, sino lo opuesto: eran caballeros religiosos. Únicamente los hermanos capellanes se ordenaban sacerdotes, con el objeto de celebrar los servicios litúrgicos para los demás. Pero los miembros combatientes de la orden, aunque devotos, permanecían laicos para poder batallar—literalmente como soldados de Cristo—sin contravenir ni el espíritu ni la letra de las leyes eclesiásticas. Es cierto que todos los hermanos del Temple tomaban los votos monásticos: obediencia (al superior de la orden), castidad (carencia de relaciones sexuales) y pobreza (ausencia de bienes personales). También que, además, seguían la regla y vestían habito religioso. Sin embargo, al contrario que los monjes, ni vivían enclaustrados ni orando. Su vida no era contemplativa, sino activa. Su guerra interna, o espiritual, estaba al servicio de otra externa, o física, a favor de la cristiandad.
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La Santa Caballería ( II )


lunes, 12 de abril de 2010

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Maestre Templario
Una cofradía original 


La orden de los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Jerusalén, con posterioridad llamada simplemente Temple o de los templarios, nació en ciudad Santa hacia 1119. Pudo haber sido unos años antes, alrededor de 1114. Aunque se ignora la fecha exacta, hay testimonios de que la cofradía se hallaba plenamente activa nada más comenzar la tercera década del siglo XII.

El propósito de su creación obedeció a una situación bélica. Tras el triunfo en la toma de Jerusalén por parte de los cruzados, la mayoría de estos regresó a Europa. La desprotección de los Santos Lugares recobrados impulso a un puñado de caballeros del condado de Champagne, liderados por Hugo de Payns y Godofredo de Saint-Omer, a ofrecerse para escoltar con armas a los peregrinos que se aventuraran por aquellos escenarios, en pie de guerra constante.

Aquellos paladines no debían de ser más de nueve, pero las autoridades temporal y espiritual de la región –el rey Balduino II y el patriarca de Jerusalén, respectivamente—aceptaron de buen grado su existencia. Por otra parte, para sacrilizar su cometido, los caballeros habían realizado votos de obediencia, castidad y pobreza, de modo que el Monarca y el prelado se aprestaron a brindarles cobijo. Otorgaron en custodia a los caballeros un edificio localizado en el Templo del Señor, o de Salomón, que era como los franceses identificaban, erróneamente, a la Cúpula de la Roca, islámica. La denominación de la cofradía se originó en esta confusión acerca del Templo, o Temple.

Mas importante aun era en términos institucionales, los votos monásticos de Hugo de Payns y sus pares plantearon un dilema moral a la Iglesia. Esta debería dirimir si era realmente cristiano dedicado profesionalmente a la lucha en nombre de la cruz, si el papel de combate podía ser un medio lícito de salvar el alma, si la armadura de soldado y el hábito del religioso eran equiparables. Pese a la oposición de algunos sectores del clero, un concilio celebrado en Troyes. Champagne, una década más tarde de la fundación de la fraternidad determinó que la guerra santa era compatible con el credo cristiano siempre que se llevase a cabo en un marco debidamente bendecido, como en el caso de las cruzadas.



 Escudo Templario


La primera orden militar

El principal abogado de esta postura durante la reunión fue toda una figura intelectual de la Edad Media: Bernardo de Claraval, reformador de la orden cisterciense a partir de la benedictina y que en el futuro sería considerado doctor de la Iglesia y santo. Gracias en buena medida a su intervención se aprobó la existencia de la nueva cofradía templaria y se confirmó su regla, basada a su vez en la del Cister. Bernardo, abad de Cisteaux, también contribuyó enormemente a la promoción de la flamante congregación en los círculos eclesiásticos al redactar el Nuevo elogio de la milicia templaria, una encendida apología de la orden.

Pero un asunto de semejante envergadura requería la legitimación papal. De ello se ocupó un decenio después del concilio la bula Omne datum Optimum, expedida por Inocencio II. El documento pontificio convirtió al Temple en la primera orden militar de la iglesia. Dentro de los privilegios excepcionales conferidos a la institución, a la que no tardarían en seguir otras, se le eximio de cualquier sumisión al clero secular, o sea, a la cadena jerárquica acostumbrada, para subordinarla directamente al Santo Padre.

Para ese entonces, mediados del siglo XII, la cofradía había crecido de manera notable. Desde la autorización oficial empezaron a ingresar en sus filas ciertos caballeros. Y otro cambio había tenido lugar: su misión, a estas alturas, no consistía únicamente en proteger a los peregrinos de Tierra Santa. A esta función netamente asistencial, de vigilancia, se había añadido otra de índole política: la defensa de los Estados Latinos de Oriente contra la presión musulmana. La ayuda templaria en dicho sentido sería muy apreciada por los príncipes cristianos en la región. No era de extrañar.
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La Santa Caballería ( I )


domingo, 11 de abril de 2010

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EL TEMPLE ENTRE, LA MILICIA Y LA RELIGIÓN
NACIDA EN EL CONTEXTO DE LA GUERRA PERMANENTE DE OCCIDENTE CONTRA EL DOMINIO
MUSULMAN EN TIERRA SANTA, LA ORDEN DEL TEMPLE, FORMADA POR CABALLEROS RELIGIOSOS,
SE VIO PRONTO CATAPULTADA POR EL FAVOR DE LOS PODERES CIVILES Y ECLESIASTICOS. Y ASI
SEGUIRIA SIENDO DURANTE CASI  DOSCIENTOS AÑOS.

El 14 de julio de 1187 las tropas del sultán Saladino derrotaron al ejército franco en la mayor victoria obtenida por los musulmanes desde que los cristianos emprendieron las cruzadas, casi cien años antes. La batalla tuvo lugar en un punto de Tierra Santa conocido como los Cuernos de Hattin. Gracias a este combate, el caudillo ayubí reconquistó Jerusalén para el islam, redujo a una franja mínima los territorios ocupados por los Estados latinos en Oriente. Destruyó casi por completo las fuerzas armadas europeas acantonadas allí y capturó a los principales jerarcas de estas fuerzas, incluido Guy de Lusignan, el monarca de Jerusalén. Fue un éxito redondo para la media luna.

Semejante triunfo permitía ser ampliamente generoso con los vencidos. Saladino podría haber ejemplificado la clemencia habitual en él, una virtud que le reconocían tanto los suyos como sus enemigos. Sin embargo, el soberano mandó ejecutar de inmediato a todos los prisioneros templarios y hospitalarios. Había dado su palabra de que limpiaría “la tierra de esas dos órdenes impuras”. Solo del Temple fueron ajusticiados, uno por uno, 230 guerreros de elite. ¿Por qué tanta saña en este caso?


Fantasía y realidad—Las órdenes militares representaban el núcleo duro de la presencia cristiana en Oriente. Mientras los efectivos al mando de principio luchaban en las cruzadas por compromiso, por prestigio, por la paga y en algunos casos por la fe, los caballeros del Hospital y del Temple se batían exclusivamente por esta última, o eso se esperaba de ellos. Como rezaba la divisa templaria: “Nada para nosotros, Señor, nada sino dar la gloria a Tu nombre”.
Estas altas aspiraciones implicaban un desinterés por la propia vida. Los templarios eran considerados por sus contemporáneos con una mezcla de admiración, respeto e inquietud. Parte de la cristiandad en ellos la encarnación del ideal cruzado. Otra, una congregación religiosa más. También había en Europa quien recelaba de los Templarios por el rigor excesivo de alguno de sus miembros. Y los musulmanes los catalogaban como extremistas peligrosos. Esta imagen de radicalismo ascético o fanático –según quisiera entenderse—fue patente en la lucha y en otros ámbitos, pero ha arrinconado facetas de los Templarios igualmente características. 

Para empezar, la orden no estaba formada únicamente por guerreros: en sus encomiendas había elegidos, trabajadores manuales y algunas mujeres. Tampoco se hallaba establecida solo en el frente palestino o en otros fronterizos con el islam, como la península ibérica: fue muy activa en las actuales Francia y Gran Bretaña, donde se dedicaba a labores ajenas a la guerra, desde la manufactura de artesanía hasta la gestión bancaria. Sobre esta última, o las riquezas fabulosas que les atribuye la leyenda, la congregación se precio de mantener intachable su voto de pobreza, entendida esta como la carencia de bienes personales, pese a llegar a administrar el tesoro de la Corona gala o a financiar al papa.

El final sangriento de la cúpula de la fraternidad, que ocurrió a comienzos del siglo XIV en Chipre y París, ha contribuido enormemente a desvirtuar el recuerdo de la orden. El gran maestre, Jacques de Molay, y el resto de los dirigentes perdieron la vida, pero la inmensa mayoría de los hermanos se reintegró en la sociedad de manera tan anónima como tranquila. 

Los templarios, en definitiva, resultaban llamativos por particularidades como su innovador perfil de institución mixta –la primera a medio camino entre lo militar y lo religioso--, o por haber surgido y desaparecido durante las cruzadas –a diferencia de los hospitalarios o los teutónicos, que las superaron--. Sin embargo, solo constituyeron un elemento más en el mosaico de su época. Un colectivo curioso, sin duda, pero también integrado en el contexto histórico que propicio su emergencia, auge y declive. Mal que le pese a la literatura tan imaginativa que circula sobre estos grandes desconocidos.
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Costa de la Isla de Harris


sábado, 10 de abril de 2010

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Harris es una isla de las Hébridas Exteriores, pertenecientes a Escocia. Cuenta con una población de unos 3.600 habitantes. Su nombre procede del antiguo nórdico Herað, un tipo de división administrativa. La parte septentrional forma la isla de Lewis. Lewis y Harris forman parte de la misma isla, aunque tradicionalmente se les considera islas diferentes. Harris está separada de norte a sur por una franja estrecha de tierra en medio de la cual se encuentra la capital, Tarbert.


Playas de Harris: La costa occidental de la isla de Harris abarca una serie de impresionantes playas con su brillante arena de concha, circundadas de dunas y el característico machair (terreno con flora endémica de estas islas). La fauna es abundante existen reservas naturales. Las aves y flotes silvestres pueden verse en máximo esplendor en primavera y principios de verano.


Además de los paisajes naturales y misteriosos conjuntos de piedras, está el aspecto humano. En el Museum nan Eilean de Stornoway podrá descubrir la riqueza de la tradición gaélica. En la misma población se encuentra An Lanntair ("linterna" en gaélico), una galería de arte contemporáneo que alberga obras creadas desde la perspectiva gaélica que también acoge actuaciones musicales y de otras clases.



El castillo de Amhuinnsuidhe se sienta en una localización de Totalmente atractiva y romántica, su ubicación y estancias invitan a la lectura romántica, rodeado de: brumas, nubes bajas, lluvia omnipresente e historias de fantasmas.
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La cúpula de la orden


domingo, 4 de abril de 2010

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Una estructura centralizada y claramente piramidal

Algunas órdenes monásticas medievales formaban redes de abadías semejantes, en su composición y funcionamiento, a una federación política. Era el caso de las fraternidades del Cister o de Cluny. A diferencia de ellas, el Temple, en su carácter de orden militar, estaba constituido en un modelo parecido a un ejército. Presentaba una organización altamente jerárquica, una característica evidente en su cuartel general.

Capitulo general se reunía aproximadamente cada cinco años. Formado por el conjunto de los altos dignatarios de la orden (gran maestre, convento central y comendadores provinciales.

Gran Maestre era el responsable supremo de la orden, guía espiritual, máximo jefe militar y representante ante otras instituciones, entre ellas el papado. Desempeñaba el cargo de manera vitalicia desde la casa madre, siempre en Oriente. Hubo 21 en la historia. Era elegido por una asamblea de 13 hermanos (8 caballeros, 4 sargentos y 1 clérigo) que representaban a Cristo (el clérigo) y los 12 discípulos.



  
 Convento central asistía al maestre general en la casa madre en aspectos técnicos del gobierno templario. Destacaban entre sus componentes el mariscal (principal oficial militar de la orden), el senescal (lugarteniente, reemplazado desde fines del siglo XII por un gran comendador) y los comendadores de Oriente: de Jerusalén (tesorero mayor de la fraternidad), de Antioquia y de Trípoli.

Comendadores provinciales dirigían y administraban, en representación del gran maestre, a las provincias del Temple en Occidente: Alemania, Hungría, Inglaterra, Irlanda, Francia, león, Aragón, Mallorca, Apulia y Sicilia. Integraban el capitulo general al igual que los miembros del convento central de Oriente                                                     
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Ruinas de L Catedral de St. Andrews


sábado, 3 de abril de 2010

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St. Andrews, situada en la costa Este de Escocia, en el condado de Fife, es una de las ciudades más antiguas e históricamente importantes de Escocia, a pesar de su reducido tamaño. En ella se encuentra una catedral, actualmente derruida, pero que en su tiempo fue la más grande de Escocia, un castillo, igualmente derruido, y una de las universidades más antiguas y prestigiosas del Reino Unido. Además, St. Andrews es considerado como "la cuna del golf", ya que en ella se encuentran el Royal and Ancient Golf Club of St Andrews -el club de golf más antiguo del mundo- y el Old Course de St Andrews, también uno de los campos más antiguos.


Los primeros asentamientos que se han localizado en el actual St. Andrews pertenecen a los Pictos, quienes lo denominaban Kilrymont o Muckross. La leyenda dice que San Régulo trajo hasta aquí las reliquias de San Andrés, patrón de Escocia.

St. Andrews recibió el estatuto de "ciudad real" (royal burgh) en 1124, y se transformó en arzobispado en 1466. Su catedral comenzó a construirse en el siglo XII, pero no se concluyó hasta 1318, durante el reinado de Roberto I de Escocia. En aquel momento era el edificio más grande de Escocia, y St. Andrews, con más de 14.000 habitantes en el siglo XVI, una de las ciudades costeras más importantes al norte de Edimburgo.


Sin embargo, durante la violenta Reforma religiosa del siglo XVI, la catedral fue saqueada y quedó en ruinas, y la ciudad perdió gran parte de su poder e influencia, quedando prácticamente arruinada.

En la actualidad, la ciudad de St. Andrews consta de un pequeño núcleo histórico, constituido principalmente por cuatro calles (South Street, Market Street, North Street y The Scores), y una amplia extensión de viviendas
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Hugo de Payns


viernes, 2 de abril de 2010

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Nacido hacia 1070, se cree que n el castillo de Payns, cerca de Troyes (Francia) y estaría emparentado con Los Condes de Champaña, pero no se sabe nada de él hasta su participación en La Primera Cruzada.

Fue el primer Gran Maestre de La Orden del Temple, Y posiblemente español, catalán para ser mas exactos, de ser esto cierto, su verdadero nombre sería Hugo de Pinós, que con la acentuación afrancesada pasaría a pronunciarse como se le conoce actualmente.

Parece ser que se conoce la existencia de un manuscrito, que habla de un grupo de caballeros catalanes que partieron a la Primera Cruzada y que participaron en la toma de Jerusalén de 1099.

Tras la primera Cruzada y con la posesión de Jerusalén, se plantean varios problemas como la administración y seguridad de la ciudad así como la protección de los peregrinos que llegaban a Tierra Santa y es esta la base principal para la creación de La Orden de Los Caballeros del Templo de Jerusalén.

En el año 1100, aproximadamente un año después de la toma de Jerusalén, Hugo de Payns se reúne con su Señor feudal, el conde Hugo de Champaña, en el castillo de Troyes.

En el año 1104, Hugo de Payns y el Conde de Champaña, marchan a Palestina y en por e lamino visitan la abadía de Molesme, auxerre y Dijon.

En el año 1115, Hugo de Payns y Godofredo de Saint-Adhemar, decidieron impulsar la fundación de una orden Monástica c uya finalidad era la la custodia de los Peregrinos y a la guarda de los peligrosos caminos que conducían a los lugares de Peregrinación. La denominaron Orden de los Pobres Soldados de Cristo. El grupo estaría formado por estos nueve Caballeros: Hugo de Payns, Godofredo de Saint-Omer (Adhemer), Godofredo Bisol, Payén de Mont-Didier, Archembaud de Saint Aignant, Gondemar, Andrés de Montbard, Hugo de Champagne, Jacques de Rossal.

En el año 1128, logró que se aprobasen los estatutos de Los Templarios en el concilio de Troyes. Continuo siendo el director de la orden hasta su muerte en 1136.
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Maestres de La Orden del Temple


jueves, 1 de abril de 2010

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Templarios asegurando el paso de los peregrinos

Maestres de La Orden del Temple

1. Hugo de Payns (1118-1136)
2. Robert de Craon (1136-1146)
3. Evrard des Barrès (1147-1151)
4. Bernard de Tremelay (1151-1153)
5. André de Montbard (1154-1156)
6. Bertrand de Blanchefort o Blancfort(1156-1169)
7. Philippe de Milly (1169-1171)
8. Eudes de Saint-Amand (Odón de Saint-Amand)(1171-1179)
9. Arnaud de Torroja (Arnaldo de Torroja)(1180-1184)
10. Gérard de Ridefort (1185-1189)
11. Robert de Sablé (1191-1193)
12. Gilbert Hérail (1193-1200)
13. Phillipe de Plaissis (1201-1208)
14. Guillaume de Chartres (1209-1219)
15. Pedro de Montaigú (1219-1230)
16. Armand de Périgord (1232-1244)
17. Richard de Bures (1245-1247)
18. Guillaume de Sonnac (1247-1250)
19. Renaud de Vichiers (1250-1256) (0 1252???)
20. Thomas Bérard (1256-1273)
21. Guillaume de Beaujeu (1273-1291)
22. Thibaud Gaudin (1291-1292)
23. Jacques de Molay (1292-1314)
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