El pergamino, emitido por la comisión papal formaba parte de tres purpurados que interrogaron al Gran Maestre, comienza así: “en nombre de Dios, amen. Nosotros por misericordia divina cardenales Berengerarios (….) Achileo (…) y Landolfo (…) comunicamos a quien vea el presente público documento lo que sigue”. El documento revela que ante las fuertes acusaciones del Felipe el Hermoso, “el mismo pontífice, queriendo conocer la pura, plena e integra realidad”, ordenó a dichos cardenales “interrogar uno por uno” a los templarios.
Los cardenales cuentan cómo se produjo el interrogatorio del hermano Molay, “el 17 de agosto del año tercero del pontificado del papa Clemente V en el castillo de Chinon”. “Molay dijo que había pasado 42 años desde que en Beune, en la diócesis de Autin, fue acogido como hermano de la Orden por el caballero templario Hubert de Perraud (…) y que éste, antes de ponerle el manto, le mostró la imagen de una cruz, le dijo que renegase de Dios que se encontraba en ella y que le escupiese”, se lee en el Folio de Chinon. Pero, cuentan los cardenales, “no escupió sobre la cruz sino al suelo y afirmó que renegó de Dios solo con palabras y sin intención.
Castillo de Chinon
Los representantes del papa señalaban que el Gran Maestre “repudiaba cualquier herejía y pedía humildemente el beneficio de la absolución”. Ante estas declaraciones, los tres cardenales pidieron para Molay, en nombre del papa, “la absolución” y recomendaron acogerle “en la unidad de la iglesia y restituirle la comunión de los fieles y a los sacramentos eclesiásticos”.
Una “absolución” que finalmente no sirvió para nada, pero que rehabilita en la historia, 700 años después, el nombre de los templarios y de su Gran Maestre.
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