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A LA SOMBRA DEL TEMPLO


domingo, 21 de junio de 2009




Una cena teatralizada en “El Portalón” algo para no olvidar jamás y además con tintes de realidad histórica, una historia basada en un libro muy famoso en esta ciudad “A la sombra del templo”. Esta obra transcurre en la ciudad de Vitoria,, en 1522.Los comuneros acababan de ser reducidos. Adriano de Utrecht, se hallaba en la ciudad dirigiendo la guerra contra Navarra y contra Francia, cuando fue nombrado Papa.

Todo comienza en una postas estaba regida por un matrimonio compuesto de Blas y Francesca, ayudados por su hija Isabel, por una madre y una hija amigas de la familia que ayudaban a cambio de algún dinero (Marcela y hosanna) y por varios mozos. La situación comenzó a cambiar cuando un individuo que no quería ser identificado se hospedó, pagando con religiosidad y sembrando la curiosidad entre la familia. La acción nos lleva a otra parte de la ciudad donde un jovenzuelo está siendo linchado por la multitud acusado de un asesinato, el abad de la iglesia intenta mediar y el acusado se refugia en la iglesia alegando santuario, que era el derecho de la iglesia a proteger a prófugos de la justicia. Un extraño matrimonio se hospedó en la casa.

Cuando la mujer abandonó la posada la posadera la siguió y averiguó que se trataba de una hija de una rica familia local que habitaba la torre de Iruña.

El joven que había huido a la iglesia se quedó allí ayudando en lo posible al abad, era un pintor que había abandonado su pueblo pues allí no podía pintar, y que parecía ser inocente. También aparece en la historia un rico comerciante de telas, Juan Sánchez de Bilbao, nieto de un judío converso, que vivía en un palacio de la ciudad. Se celebró un torneo que tenía lugar entre los más importantes nobles de la zona. En el lance final, Velasco, venció a Abendaño. Mientras comenzó una relación sentimental, secreta y prohibida entre Isabel, la hija del posadero y Hernán, el chaval que se acogía en la iglesia.


Un fraile de una orden que se hallaba en la ciudad, Julián Martín se escapó un día para ver la ciudad y conoció a Hernando, del que se hizo amigo. Hernando e Isabel se casaron en el altar sin que hubiera allí nadie más y esa misma noche sellaron su amor. La noche por la ciudad le costó a Isabel un largo tiempo en cama por fiebres. Posteriormente Julián fue descubierto y castigado por el guardián de su orden, y Hernando tuvo que apañárselas solo.


Alvar López de Apodaka, confidente del merino mayor de Vitoria, era una persona odiada por la población por su crueldad y su falta de honradez. A la posada volvieron a hospedarse todos los extraños individuos que la habían abandonado cuando se fue el Papa. Los dos amigos se fueron de la ciudad con la comitiva, pero fueron descubiertos y retenidos. Los jóvenes que se habían vuelto a escapar de los frailes huyeron al pueblo natal de Julián, a la casa de este. Cuando Apodaka volvió a Vitoria trató de violentar a Isabel en la posada y le echaron a golpes, por lo que juró venganza. Emitió una orden contra Isabel por mantener relaciones sexuales dentro de la iglesia y por mancillar una pared de la iglesia posando para que Hernando retratara su rostro en el lugar del de la Virgen María. El comerciante judío amigo del padre, Juan Sanchez decidió que lo mejor para la joven era esconderse durante algún tiempo en el convento de las clarisas, del que él era benefactor. Este hecho despistó al principió a Apodaka, pero un confidente suyo le habló de Osanna la amante del comerciante y después de maltratarla logró que le dijera donde se escondía la joven.

Entonces Julián y Hernando tuvieron que ir a la ciudad a ayudar a su jefe en unos recados que tenía que hacer. Estos dos era la pareja que había acudido a El Portalón al comienzo de la novela.


Apodaka detiene al ayudante del comerciante, para sacarle toda la información posible. Esa misma noche Juan Sánchez logra que el confidente de Apodaka confesase todo lo que sabía extorsionándole y maquinó un plan. Apodaka también retuvo a Hernando, hecho que llegó a conocimiento de su padre, un noble rural alavés, que no dudo en acudir con algunos de sus hombres a sacarle en plena Vitoria. Todo el pueblo acudió al juicio, en el que un bachiller amigo del comerciante defendía a Hernando. Isabel también estaba acusada de mancillar, pero se les perdonó porque un palomar, aunque este dentro de una iglesia no es un lugar santo. Después del juicio se encontró a Apodaka colgado en la parte alta de la iglesia, probablemente suicidado.


Hernando e Isabel acabaron casándose formalmente con la aprobación de ambas familias y vivieron en una casita cerca de la posada, así ella podría ayudar a sus padres y él trabajar en el taller de pintura de la ciudad. La amante que había estado en la posada acabó casándose con otro hombre, lo que hastió a Lope, el que había intentado cometer el crimen del torneo. Este salió libre pues no cometió asesinato.

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